
Los atributos iconográficos del Tetramorfos son: un hombre, un león, un toro y un águila.
A Mateo se le atribuye el hombre, porque su Evangelio comienza por la geneología de Jesucristo, dándole importancia a su ascendencia humana.
A Mateo se le atribuye el hombre, porque su Evangelio comienza por la geneología de Jesucristo, dándole importancia a su ascendencia humana.
A Lucas le corresponde el toro o buey, animal que antiguamente era ofrecido en sacrifico por los sacerdotes. El Evangelista comienza su relato con el ministerio sacerdotal de Zacarías quien era esposo de Santa Isabel, la prima de la Virgen María.
A Marcos y su Evangelio los simboliza el león, ya que su escrito inicia con la predicación de San Juan el Bautista en el desierto cuya voz clama el advenimiento del Mesías. Era el león una bestia que anteriormente vivía en los alrededores del desierto israelita.

A Marcos y su Evangelio los simboliza el león, ya que su escrito inicia con la predicación de San Juan el Bautista en el desierto cuya voz clama el advenimiento del Mesías. Era el león una bestia que anteriormente vivía en los alrededores del desierto israelita.
Juan es representado por un águila ya que en su narración utiliza un lenguaje muy culto y elevado al momento de escribir su discurso teológico que comienza con la existencia del 'Verbo Divino' en el Cielo y su posterior encarnación entre los hombres.

A partir del Renacimiento hay preocupación por individualizarlos. Se les representa con libro y pluma, en actitud de

A Marcos en los grabados populares se le representa acompañado de relámpagos, por ser invocado para calmar las tempestades.
Por otro lado, en Los Hechos de los Apóstoles se indica que Lucas era médico, por esta causa desde el s. xv aparece ocasionalmente representado con instrumentos de medicina, También las leyendas medievales y algunas tradiciones lo consideran como pintor de la Virgen, y por ello a veces se le sustituye la pluma por un pincel o sentado ante su caballete, retratando a la Virgen.
A Juan se le representa como un hombre joven y frecuentemente imberbe, que sostiene en la mano una copa de la que sale un dragón o una serpiente, haciendo alusión al supuesto episodio de su vida en el que tuvo que beber una copa de veneno para probar la veracidad de su doctrina. También se le representa, en otras ocasiones, con la caldera de aceite hirviendo en la que fue sumergido durante su martirio y de la que salió milagrosamente ileso.
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